Ana María Devis Ocampo

Ibagué, Colombia, 1968

Los proyectos de Ana María Devis parten todos desde un mismo lugar: la experiencia de vida canalizada a través de su cuerpo. Utilizar el cuerpo como canal ha generado en Devis procesos de larga duración de una calidad meditativa y de alta exigencia física. Y desde el cuerpo, en su trabajo se establecen inevitables puntos de contacto con la intimidad femenina y el entorno natural. Estos puntos de contacto no se dan desde un marco teórico feminista, ni desde el

impulso de controlar la naturaleza, sino en el reconocimiento de los sistemas de vida que se entrecruzan con su ser- sus objetos personales, sus rutinas, la red de afectos que tiene con sus hijas, sus amigas, su mamá y la naturaleza que la rodea. Sus obras están pobladas por una concepción de vida en conjunto en donde el individuo está hecho tanto de redes de células y tejidos interiores, como de redes de afectos. El trabajo con los ecosistemas ha dado paso a la creación de topologías, paisajes infinitos u organismos ficticios, detallados e intrincados. En estos, algunos seres ya muertos cobran vida a través del dibujo u otras

criaturas inquietantes encuentran su lugar en territorios imaginados. 

Sus obras están igualmente ligadas con el uso insistente de ciertos materiales que van contando la historia de su mirada a través del tiempo. Devis ha articulado con fluidez el trabajo matérico y el dibujo incorporando elementos gráficos dentro de materiales orgánicos o dibujando en tres dimensiones y con gran precisión. La precisión gráfica y la selección de una materia prima que habla por sí misma, son fundamentales para entender su práctica. Esta conjugación de elementos disímiles ha prevalecido en el tiempo durante sus últimos proyectos, al igual que una coherencia y concatenación sutil entre ellos. El carácter insistente y obsesivo de estos ecosistemas viene, por otro lado, de una manera personal de trabajar con la materia que se podría describir como una forma de investigación

sumergida. Se trata de investigar un material conviviendo con él todos los días, dejándose invadir por él, tocándolo, viéndolo constantemente, marinando su

presencia en un espacio, casi dándole un hogar para entender cómo el cuerpo reacciona a él. En último lugar, en este cuerpo de obra vibra la intuición y los procesos manuales, meticulosos pero guiados por el azar de un momento.


TEXTOS

Infinito

Infinito

Ana María Devis

Este proyecto partió de la investigación de los peinados trenzados de la cultura afrodescendiente en Palenque, Bolívar. En sus orígenes muchos de estos peinados fueron diseñados como mapas de fuga; como un lenguaje no verbal, que transcribían puntos específicos de la topografía, develando en clave las vías de escape durante los tiempos de la esclavitud. El peinado trenzado como instrumento de resistencia, entendido como un sistema complejo, contenedor de un conocimiento cifrado de una cultura, me condujo a pensar sobre la identidad y sus manifestaciones. Así, un estudio sobre la huella dactilar, sus singularidades y características, se inició paralelamente. Este repertorio de formas digitales me permitió ahondar en el sentido de los diseños de los peinados trenzados en relación al territorio.

Investigando los puntos característicos de la huella dactilar, encontré nombres y formas que referían también a la topografía: isla, bifurcación, cruce, empalme, desviación, etc. Así mismo, al observar los peinados desde una vista cenital encontré una asociación formal y directa con la impronta de la huella.

En este proceso, comencé un ejercicio de traducción, dibujando cada uno de los puntos característicos de la huella, combinándolo con elementos propios del paisaje, la naturale-za y el peinado – tales como especies vegetales y semillas -; transformando cada dibujo en un sello.

Partiendo de la impronta de la huella dactilar que se logra a partir de un bajo relieve, decidí trabajar a partir de la técnica del linograbado. Aprovechando la plasticidad del sello, modifiqué las matrices iniciales utilizando algunas partes de las mismas. Insistí en el gesto, en la acción, en la repetición y la superposición; pues mi herramienta predominante es el di-bujo y mi cuerpo. Durante dos años me fui desplazando sobre los pliegos construyendo un territorio, dibujando con el sello y desdibujando el signo a través de su fragmentación; evidenciando así, el proceso temporal de su elaboración, manifestando un recuerdo de lo que queda en la memoria. Al igual que mi gesto fragmentario, la tinta también desdibuja esta pieza de gran formato, al desvanecerse con el tiempo.

Infinito se convirtió en una obra en donde se amplían los significados de una investigación, reproduciendo con los sellos una ficción que extiende la representación del paisaje y fusiona diferentes perspectivas. La obra es el resultado de una acción, un viaje íntimo y emocional del mapa de un sin lugar; es una búsqueda de libertad en el imaginario. La es-cala de este linograbado permite que uno se sumerja en una topografía personal para encontrar una propia, reconfigurando simultáneamente una narrativa que intenta salirse del tiempo lineal para instaurarse en el infinito

Cuerpo e Impronta

Cuerpo e impronta

José Roca

En La mujer tortuga (2016), Ana María Devis usó el interior de caparazones de tortuga como soporte para el dibujo[ La tortuga tiene asociaciones míticas en muchas culturas. Es símbolo de lentitud, pero por eso mismo de sabiduría (la larga duración es el tiempo de la reflexión); de la longevidad, que brinda experiencia. También de autosuficiencia, dado que la tortuga carga con su “casa” a cuestas y es capaz de sobrevivir largos periodos sin comida o agua. En algunas culturas, la caparazón de la tortuga se consideraba una bóveda análoga a la bóveda celeste, y era utilizada como oráculo: la tortuga, como un Atlas, carga el mundo a sus espaldas.]. Se trataba de un dibujo sin planeación previa ni imagen preconcebida, que iba ocupando la superficie disponible hasta desbordarla, esparciéndose por el papel circundante. Este trabajo tuvo una dimensión pública en su ejecución: Devis hizo estos dibujos dentro de una vitrina -como parte del programa Gabinete de FLORA- y lo planteó como una acción de larga duración, dos tardes a la semana[ Devis había hecho parte el año anterior del grupo de performers que trabajaron con María José Arjona en una acción colectiva como parte de la exposición Avistamiento en FLORA.]. El espacio era muy reducido, razón por la cual tuvo que inventar una mesa deslizante que entrara en ese lugar tan estrecho y que al mismo tiempo le permitiera al dibujo abarcar la mayor área posible. A pesar de estar en un lugar visible desde el espacio público, separada de los transeuntes tan solo por un vidrio, el efecto de espejo al interior de la vitrina la aislaba en gran parte de lo que sucedía en el exterior, proporcionándole un espacio íntimo para poder realizar su trabajo. Esto se tradujo en una extrema concentración, un ensimismamiento como el inducido por la repetición de un mantra. Con su cuerpo confinado en un estrecho recinto -como la tortuga- Devis realizó la serie de dibujos sin patrón preestablecido o imagen dominante; cada uno fue pacientemente construido a partir de la acumulación de pequeños trazos. Estas obras esencialmente abstractas evocan sin embargo múltiples imágenes: microorganismos, geografías vistas desde el aire, topografías urbanas, circuitos electrónicos o tejidos orgánicos observados en un microscopio son algunas que vienen a la mente.

El cruce entre dibujo y larga duración iniciado en La mujer tortuga continúa en Infinito (2016-presente), también un dibujo que crece orgánicamente, pero en este caso hecho con sellos. El proceso que dio como resultado esta obra es largo y lleno de cruces y bifurcaciones: inicialmente interesada en los patrones de las trenzas de los peinados en las comunidades afrocolombianas, Devis fue más allá de la etnografía y la interpretación de la tradición local para desarrollar su propio vocabulario de símbolos. La artista dibujó este repertorio iconográfico y lo transfirió a sellos de caucho, los cuales posibilitan una combinación potencialmente infinita de los patrones o de sus fragmentos mediante la iteración y la yuxtaposición.

En esta obra/proceso, Devis ha ido marcando pliegos de papel usando su cuerpo como extensión de los diferentes sellos. Un cuerpo/matriz que dibuja mediante gestos-impronta, que van desde el movimiento sutil de la mano repitiendo una impresión hasta los saltos sobre el papel usando los pies como soporte del sello y el peso del cuerpo como prensa. Este enorme monotipo ha venido creciendo pliego a pliego en un largo periodo de trabajo ininterrumpido pero marcado por cambios significativos en el lugar de trabajo y en el cuerpo mismo de la artista. Del taller en FLORA, un espacio de tamaño estándar que permitía visualizar el grabado resultante en paredes y piso, Devis pasó a un taller mucho más ampio pero de techo más bajo, con lo cual tanto la forma de trabajar como la visualización de la obra en proceso se daban primordialmente en sentido horizontal. A inicios de 2018 Devis tuvo una intervención quirúrgica que la obligó a estar en cama durante varias semanas, limitando su capacidad de movimiento. Esto la obligó a cambiar su forma de trabajar, lo cual se tradujo -como en La mujer tortuga- en una iconografía más íntima e intrincada. Trabajó sobre fragmentos del dibujo sentada en torno a ellos e inclusive acostada encima de la mesa de trabajo, mientras recobraba la capacidad de caminar. Todos estos momentos son perceptibles en Infinito, indicadores de la fluctuante relación del cuerpo de la artista con el trabajo.

En Imágenes por contacto, Georges Didi-Huberman mira esta estrecha relación entre cuerpo e imagen. La impronta es la imagen por contacto; algo estuvo allí, tocó la superficie del soporte y por lo tanto hay una relación de contigüidad con la matriz: mis ojos acarician el papel que estuvo en contacto directo con el sello, que estuvo en contacto con el cuerpo que lo manipuló. Didi-Huberman hace un elocuente repertorio que vale la pena repetir (reiterar, reimprimir) aquí: “Imágenes que tocan algo y luego a alguien. Imágenes que van al grano de la cuestión: tocar para ver, o, por el contrario, tocar para no ver más; mirar para no tocar más, o, por el contrario, mirar para tocar. Imágenes que están muy próximas. Imágenes que se adhieren. Imágenes-obstáculo, pero obstáculos que hacen aparecer cosas. Imágenes acopladas entre ellas. Inclusive a las cosas de las cuales ellas son imagen. Imágenes contiguas, imágenes que se apoyan mutuamente. Imágenes pesadas. O imágenes muy leves que afloran y rozan la superficie, nos raspan y nos tocan de nuevo. Imágenes acariciantes. Imágenes tocadoras, o ya palpables. Imágenes esculpidas por el revelador, modeladas por una sombra, moldeadas por la luz, talladas por el tiempo de exposición. Imágenes que se ponen al día con nosotros, que nos manipulan, tal vez. Imágenes que nos pueden erizar e irritar. Imágenes que nos agarran. Imágenes penetrantes, devoradoras. Imágenes que mueven nuestra mano”.