Verónica González
Santiago, Chile, 1973
Crecí rodeada de paisajes chilenos los cuales me inspiraron desde temprana edad. Soy Licenciada en Bellas Artes y Estética, especializada en técnicas de grabado. Después de algunos años me trasladé a Bogotá para continuar mi carrera como artista. Fue allí, donde me convertí en una verdadera amante de la naturaleza. Los exuberantes paisajes que rodean a Colombia inspiraron mis técnicas, mi lenguaje artístico y mi alma.
Mi trabajo es una investigación y una revisión de materiales que tienen tres vertientes que se unen: naturaleza, observación y recolección de elementos. Me apropio de lo obtenido, abstraigo sus cualidades y genero nuevos iconos con los que trabajo. De este proceso exploratorio recupero formas, elementos, patrones visuales, repeticiones y ritmos, para rendir culto a la naturaleza y sus formas de inspiración.
He seleccionado mi materia prima minuciosamente, para mí son espíritu o esencia. La seda y el papel tienen la suavidad y la maleabilidad que necesito para crear mis formas. El proceso de realización de mis trabajos es minucioso y metódico. Con pequeños y simples elementos; como plumas realizadas en papel y seda, organizadas en un orden preciso, construyo un grupo de entidades que forman la obra final.
EXPOSICIONES
GALERÍA SEXTANTE
Biominesis, 2018
Bogotá Colombia
GALERÍA SEXTANTE
Naturaleza y Memoria, 2015
Bogotá Colombia
TEXTOS
“Biomímesis”
Exposición Verónica González Ugarte. Museo de Talca
De acuerdo con su trayectoria y experiencia, Verónica González continúa desarrollando su trabajo con las plumas. Plumas reales y plumas artificiales troqueladas con láser en tejidos de seda fina, montados sobre papel. Las plumas constituyen una parte del alfabeto básico de su vocabulario; son formas simples -aunque solo en apariencia- con las que la artista arma superficies expresivas a la manera de un pentagrama visual. Otra parte de su lenguaje recurre a superficies uniformes, abstractas, trabajadas tanto manualmente como en forma mecanizada sobre diversos soportes, principalmente plásticos.
El título de la muestra, Biomimesis, se ajusta exactamente al contenido de la misma. A la autora le preocupa, con justa razón, la capacidad y la ambición humanas de “imitar” la naturaleza. No solo imitarla. Suplantarla. Es el tema de la clonación, o el de la “creación artificial”. Todos los avances hasta ahora alcanzados en ese sentido suponen un logro y un riesgo. El que parece más extremo: ¿podrá la “inteligencia artificial” superar o hasta desplazar al raciocinio intelectual que ha acompañado el desarrollo cultural de la humanidad por tantos siglos? Desde luego no es asunto resuelto, aunque sea al tiempo fascinante y aterrador. Las investigaciones ya no se detienen, y tendrán resultados inusitados, insospechados, y muy difíciles de prever. ¿A dónde vamos con la mimesis de la naturaleza? Si es cierto que la tecnología ayuda, y mucho, en el diario vivir, ¿cuál será el campo de las emociones que reconocemos como parte fundamental de la psiquis? ¿Se las puede también mimetizar en forma consciente? Recordemos que el trabajo de muchos artistas visuales contemporáneos toca todos estos temas, de manera más o menos directa.
Tras la superficie de plumas blancas adheridas al soporte en perfecto orden, compuestas con los grafismos que resultan de los raquis o venas de plumas negras que puntúan la superficie, como si fueran trazos dibujados, hay un interrogante sobre la emoción que esta obra pueda provocar en el espectador. Un robot podría analizar la obra Raquis, pero no sentirla. Entre el análisis y la respuesta emocional ante una obra de arte hay un abismo -el que corresponde a la emoción estética que puede conmover a un ser humano-.
Importante destacar una vez más el extremo cuidado en la manufactura de estas obras. Cada mínimo detalle merece toda la atención y solvencia de la artista en el manejo de los muy diversos procedimientos que utiliza: selección de materiales y su adecuación, teñidos y coloraciones, texturas, pegamentos y costuras, cortes y adelgazamientos, montajes sobre un soporte rígido, generalmente un bastidor con lino, papel y seda; a veces, directamente la pared, como la que soporta, en la presente muestra, una composición rítmica de plumas de seda, aseguradas por alfileres de uso entomológico. O la manipulación de los saldos de seda troquelada como elementos compositivos de nuevas obras. Estos paños perforados generan una superficie visual muy leve. Hacen el papel de una extraña reja en donde los vacíos son formas de plumas. La obra la compone una ausencia; se diría que es el silencio de las plumas, su silencio y su ausencia. En otras obras está el manejo de una compleja tecnología láser sobre planchas de plástico.
Verónica también se sirve del fuego, que, manejado por ella, deja una imprimatura indeleble en el borde de largas y angostas tiras de papel coreano Hanji. En la obra Combustión, estas tiras se disponen sobre el ancho del soporte, en franjas horizontales muy levemente sobrepuestas; estas franjas generan una trama visual uniforme. Este trabajo, de apariencia minimalista, invita a un estado de suspensión del tiempo, a una contemplación interiorizada y silenciosa de la composición uniforme, sin principio ni fin más allá de lo impuesto por los límites físicos del soporte. De alguna manera recuerda al mantra sagrado Om, reiterado inúmeras veces en las sesiones de meditación de varios cultos orientales. Esta pieza escapa a la temática general de la muestra; ¿quizás anuncia una nueva etapa? No hay, por ahora, otro trabajo que use la misma paciente elaboración.
Otra novedad la constituye el uso de luces eléctricas incluidas en el soporte de la obra. El bastidor usual gana profundidad y se convierte en caja. Esta contiene una serie de focos eléctricos que intervienen activamente en la composición general. Iluminadas desde dentro, aquí y allá, las plumas adquieren un movimiento más intenso. La obra deja de ser una superficie para convertirse en un espacio. La luz es siempre difusa y puntual, no general, como la que se acostumbra en las cajas de luz de los fotógrafos.
Las dos obras tituladas Polución constituyen los elementos más abstractos de la muestra. Son superficies casi uniformes trabajadas sobre plástico con ayuda del láser. Su coloración cálida, caramelo, contrasta con la discreción cromática del resto de la muestra.
Aparte la forma general de la pluma, la obra actual de Verónica González se mueve más en el campo amplísimo de la abstracción. Y desde allí nos habla con un lenguaje refinado, muy trabajado y personal.
María Elvira Iriarte