Ricardo Valbuena

Bogotá, Colombia, 1960

Hay en “El secreto de la flor de oro” unos consejos esotéricos muy viejos para impulsar los movimientos circulares de la luz. En este libro chino se habla, desde luego, de la luz interna, que sería el caso de Valbuena si sus pinturas no reflejaran también la luz externa. En efecto,Ricardo Valbuena, el que hace poco pintaba oscuros personajes de subterráneos citadinos, presos de catacumbas y heridos de desesperanzas y de tedios, plasma hoy en sus lienzos paisajes luminosos y flores y cuerpos transparentes y espigados. El deslumbramiento con los vahos incandescentes del maestro Turner queda registrado en esta nueva

etapa de la pintura de Valbuena. Hay un cambio evidente. Aferrado del péndulo atraviesa el abismo y ha pasado de la costa penumbrosa a la delicia de la claridad. Ha descubierto, entre otros tesoros que no cuenta, nada manos que la hus del sol. La luz circula ahora desde el astro a su alma y de su alma al óleo en un círculo mágico que sería perfecto si el proceso no fuera, precisamente, una búsqueda incesante más que un logro acabado.

Ignacio Zuleta Lleras