María Eugenia Duque

Cali, Colombia, 1951

«Siempre he trabajado con objetos. Los primeros eran esculturas en madera. Hice una aguja de 2 mts, con su hilo. Se llamaba: ‘Guarde esta agujita en el baúl de su mamita. Esta aguja me mostró, en sus dimensiones, una especie de relación directa entre ese objeto y yo misma. Por así decirlo, se humanizó. Después hice otras esculturas con objetos agrandados, y consecuentemente con la impresión que me producían, les puse nombres propios. Así, una tachuela ya no era una tachuela, sino: Isaac; la pinza: José; el teléfono: ternando; el tóstoro:ezequiel…

La escala de las esculturas, lo que hizo fue revelarle ‘otra presencia en los objetos cotidianos. Las cosas ya no fueron ajenas, sino que lograban reflejar su propia intimidad. Si no continuo trabajando en esta dirección, fue porque la relación había quedado establecida. Una de las últimas fue un lápiz: «Sentí que ese objeto en particular posea una gran capacidad de asimilar un comportamiento complejo. Comencé entonces a incorporar, por medio de técnicas graticas, órganos, esqueletos, características y funciones que tenían al lápiz como sujeto»

Es como decir que el lápiz es un objeto por excelencia. Sirve para muchas mas cosas que una pinza de pelo, ya que su función es una función latente, en reserva. Además de que es un objeto intermediario entre quien lo usa y el mundo exterior: «Cuando lo miro, separado de mí, es el lápiz sujeto. Cuando lo tomo para usarlo, ya no es ni siquiera un objeto, se tunde, soy yo. Claro esta que los Instrumentos prestan ese servicio; pero el lápiz a diferencia de muchos otros, no es tan específico Al fin y al cabo, con un lápiz se pueden dibujar todos ellos. Desde entonces, ha continuado usándolo en una variante muy curiosa, con respecto a la forma como lo usaría cualquier dibujante: Un lápiz que ya no dibuja, sino que señala.